La innovación puede ser definida e interpretada de diversas maneras según
toda su plenitud de ópticas desde las que se pueden abordar tal tarea. Suelen
utilizarse distintos términos, tales como “reforma”, “mejora”, cambio”,
“innovación” y “renovación”. Todos estos conceptos están muy relacionados y se
diferencian únicamente en algunos matices.
Para (Fullam, 2001) , la “innovación
educativa” tiene relación con al menos, tres conceptos: “cambio educativo o
curricular”, “reforma educativa” y “renovación educativa; para otros, como (Oliva, 1996) el cambio educativo
incluye reforma e innovación.
Aun así resulta difícil
diferenciar reforma de innovación, ya que su distinción se basa exclusivamente
en criterios de amplitud. La innovación
supone cambios cualitativos en las prácticas educativas, mientras que la
reforma se concibe como cambios estructurales. Más aún, la reforma es un cambio
a gran escala que afectaría a las políticas educativas, a los objetivos, las
estrategias y las prioridades de todo un sistema educativo, mientras que la
innovación se refiere a un nivel más concreto y delimitado.
Se han realizado diferentes clasificaciones de las innovaciones según el
contenido de las mismas cuando éstas se han asociado a los cambios educativos.
Siguiendo a (Elmore, 1990) podemos distinguir entre cambios estructurales:
afectan a todo el sistema educativo o a la configuración de los distintos
niveles; cambios curriculares: relacionados con el diseño y desarrollo del
currículo, con las estrategias de enseñanza, con los componentes del currículo
(cambios en los materiales curriculares, utilización de nuevos enfoques de
enseñanza); cambios profesionales referidos a la formación, selección y
desarrollo profesional de los docentes: cambios políticos sociales: afectan a
la distribución del poder en educación y a la relación de los agentes sociales
con la enseñanza escolar.
Por otro lado, el cambio debe formar parte
de una visión integral, normal y esencial de la vida del centro educativo, que
se caracteriza por una actitud dinámica, y no estática, ya que el cambio incide
en las perspectivas de la realidad y en los significados de la organización.
Por tanto, todo cambio es el resultado de un proceso de aprendizaje personal y organizativo.
Para Sack (1981), la reforma es una forma
especial de cambio que implica una estrategia planificada para la modificación
de ciertos aspectos del sistema de educación de un país, con arreglo a un
conjunto de necesidades específicas, de medios y métodos adecuados; Yoloye
(1991), concretando más, dice que las reformas educativas son políticas y
programas que apuntan a introducir a un cambio educativo en todo el país, un
nuevo rumbo en uno o varios aspectos del sistema educativo.
Fullan (1989) habla de que la
reforma se utiliza para referirse a una
reestructuración del sistema escolar, o una revisión completa del currículum,
mientras que innovación suele referirse a cambios curriculares específicos, ya
sean puntuales (por ejemplo, un nuevo material curricular, un nuevo método de
lectura) o algo más comprensivas (por ejemplo, un programa de integración).
Así, podemos decir que las
dimensiones esenciales que contempla todo proceso de cambio son:
·
Modificaciones de lo que se
hace (prácticas, habilidades, técnicas, etc.)
·
Transformación de lo que se
piensa (creencias, concepciones, etc.).
·
El centro escolar debe erigirse
en foco preferente de cambio: su cultura, sus relaciones, su organización y
filosofía educativa.
·
Es necesario, prestar
atención a la creación de contextos y condiciones, procesos y recursos, para
que los profesores aprendan, reconstruyan y se apropien de los procesos de cambio,
bien internamente generado o externamente ofrecido.
·
Hace falta establecer
espacios y procesos para el trabajo institucional y grupal sobre iniciativas de
innovación, para la colaboración y el apoyo profesional mutuo.
·
El proceso de cambio debe
ajustarse y adaptarse a las dimensiones de la realidad, al contexto y a las
necesidades del centro educativo
·
Se supone la existencia de
condiciones estructurales y de procesos como el liderazgo educativo.
Una buena propuesta para
el cambio es aquella cuya concepción profesional supone que cada persona
dedicada a la enseñanza se convierta en alguien práctico y reflexivo, en una
persona que reflexione sobre determinados aspectos de su práctica e introduzca
modificaciones posibles, desde sí misma, en dirección a su mejora profesional,
estableciendo acciones concretas en su aula a modo de hipótesis de trabajo.
Observa el siguiente vídeo, el cual habla de la manera disruptiva de aprender (Innovación Disruptiva en la educación)


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